Francisco aposta pola «cultura do corazón»

Coñecemos a Fernando Vidal polo seu paso pola nosa comunidade nas Charlas de Advento de hai algúns anos. E profesor de Socioloxía da Universidade Pontificia de Comillas en Madrid e presidente da Fundación RAIS (Rede de Apoio á Integración Sociolaboral), que loita en diversos ámbitos contra a exclusión extrema, especialmente con inmigrante e xente sen fogar. Ademáis é director do Instituto da Familia da Universidade de Comllas. Da súa man deixamos que nos prepare para a lectura do documento do Papa Francisco sobre a Familia.

 

«LA ALEGRIA DEL AMOR» DEL PAPA FRANCISCO

(Comentario de Fernando Vidal)

Ya tenemos entre nosotros la muy esperada «Llamada» o Exhortación apostólica sobre la familia tras tres años de consultas, sínodos y deliberación en toda la Iglesia universal. Ha llegado esa «Llamada» y ha sido puesta bajo el signo de la alegría: «La Alegría del Amor», se llama. Es netamente una «pastoral positiva» y una pastoral del discernimiento que supere una pastoral más rígida.

Dice el Papa, «Comprendo a quienes prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna. Pero creo sinceramente que Jesucristo quiere una Iglesia atenta al bien que el Espíritu derrama en medio de la fragilidad» (no.308). Es un documento prudente, moderado y discreto, en un punto medio de la comunidad eclesial. Largo pero contenido. El Papa llama a que la pastoral familiar sea una pastoral en la que el discernimiento tenga un papel nuclear.

Un libro sapiencial

«La Alegría del Amor» se siente sobre todo como un gran texto de sabiduría, lleno de bondad y verdades útiles para la vida de pareja y familia. Es un documento largo hecho para que sea meditado lentamente y por partes. Quien lo lea con corazón abierto, se replanteará muchas cosas en su vida práctica de familia. Dedica mucho espacio a buenos consejos y a alentar a lo mejor. Francisco recorre todo el ciclo vital de las familias y no hay aspecto al que no se haya dedicado una palabra de luz: desde los suegros a los amigos de la familia, la recuperación de la vecindad, la gracia del placer sexual o el papel de las redes sociales en la convivencia. Aunque el texto ha sido hecho para las familias cristianas, está abierto a todos, «se ofrece a todas las personas sin excepción» (no.250).

La Iglesia sostiene que la conciencia de cada persona es un lugar sagrado y el discernimiento debe tener un papel central en cualquier situación. Abandona cualquier tentación de imposición o violentación de la conciencia: «Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas.» (no.37). Por tanto, las personas en sus familias «pueden desarrollar su propio discernimiento ante situaciones donde se rompen todos los esquemas.» (no.37).

Pastoral positiva de la vinculación

Su propuesta es principalmente «una pastoral de la vinculación» (no.211). Esta «Llamada» no está dirigida a lo negativo, lo problemático y una «pastoral de los fracasos» sino principalmente a trabajar positivamente para que la gente se quiera y cuide. «Hoy, más importante que una pastoral de los fracasos es el esfuerzo pastoral para consolidar los matrimonios y así prevenir las rupturas.» (no.307). «Nuestra tarea pastoral más importante con respecto a las familias, es fortalecer el amor y ayudar a sanar las heridas» (no.246). Llama a la responsabilidad de toda la sociedad al respecto: «¿quiénes se ocupan hoy de fortalecer los matrimonios, de ayudarles a superar los riesgos que los amenazan, de acompañarlos en su rol educativo, de estimular la estabilidad de la unión conyugal?» (no.52).

Esta «Llamada» pone la familia en el centro de «la Cultura del Corazón» pero el texto no es sentimental ni ingenuo: por el contrario, propone un amor sólido basado en la razón del corazón y consciente de los límites y desafíos de la condición humana. «No es una propuesta romántica o una respuesta débil» (no.310) sino recia y asertiva como un cayado.

Hay una serie de cuestiones que la Iglesia estaba esperando de este documento y es justo apuntar por dónde se orienta el texto. Es imposible en un texto breve dar cuenta del conjunto de una Exhortación tan profunda y extensa como ésta, pero vamos a ofrecer algunos de los aspectos más cruciales. En este primer momento de recepción del documento, daremos más prioridad a las citas que a nuestros comentarios.

Un documento de profunda colegialidad episcopal: de 2 a 133 citas

En la Exhortación apostólica «Familiaris Consortio», San Juan Pablo II citó 2 veces palabras del VI Sínodo sobre la familia que se celebró en 1980 (en las notas 85 y 164). Más de 30 años después, se constata un avance a la colegialidad episcopal: en «La Alegría del Amor» el papa Francisco cita 133 veces textos de los dos sínodos previos.

Una profunda «autocrítica»

«Nos corresponde una saludable reacción de autocrítica» (no.36), dice Francisco. Critica las visiones que «durante mucho tiempo» se han dedicado a «sólo insistir en cuestiones doctrinales, bioéticas y morales» (no.37). «Muchas veces hemos actuado a la defensiva, y gastamos las energías pastorales redoblando el ataque al mundo decadente, con poca capacidad proactiva para mostrar caminos de felicidad.» (no.38). «Con frecuencia presentamos el matrimonio de tal manera que su fin unitivo, el llamado a crecer en el amor y el ideal de ayuda mutua, quedó opacado por un acento casi excluyente en el deber de la procreación.» (no.36). «Hemos presentado un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificiosamente construido, lejano de la situación concreta y de las posibilidades efectivas de las familias reales. Esta idealización excesiva, sobre todo cuando no hemos despertado la confianza en la gracia, no ha hecho que el matrimonio sea más deseable y atractivo, sino todo lo contrario.» (no.36). Pero la autocrítica no sólo corresponde a los pastores o agentes pastorales sino a los propios católicos, a los que advierte que «Es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general» (no.304). Advierte también que «algunas familias cristianas, por el lenguaje que usan, por el modo de decir las cosas, por el estilo de su trato, por la repetición constante de dos o tres temas, son vistas como lejanas, como separadas de la sociedad, y hasta sus propios parientes se sienten despreciados o juzgados por ellas.» (no.182).

Sin ambigüedad ni límites contra la violencia intradoméstica

El papa denuncia «la vergonzosa violencia que a veces se ejerce sobre las mujeres, el maltrato familiar y distintas formas de esclavitud que no constituyen una muestra de fuerza masculina sino una cobarde degradación. La violencia verbal, física y sexual que se ejerce contra las mujeres en algunos matrimonios contradice la naturaleza misma de la unión conyugal.» (no.54). «Tener paciencia no es dejar que nos maltraten continuamente, o tolerar agresiones físicas, o permitir que nos traten como objetos.» (no.92). Además, esa violencia intradoméstica es germen de mayores violencias en el conjunto de las comunidades y la sociedad. Llama a toda la Iglesia a comprometerse sin límites contra esa violencia machista.

La Iglesia supera la familia patriarcal

El Papa claramente se distancia de la añoranza del pasado y del modelo patriarcal que ha lastrado el auténtico desarrollo de la famili y cada uno de sus miembros. «La historia lleva las huellas de los excesos de las culturas patriarcales, donde la mujer era considerada de segunda clase» (no.54). El Papa reconoce que «es legítimo y justo que se rechacen viejas formas de familia «tradicional», caracterizadas por el autoritarismo e incluso por la violencia» (no.53).

Matrimonio

El Papa es entusiasta con el matrimonio y lo bueno que es para la gente que quiera comprometerse totalmente con su pareja. Entiende que es contracultural a la provisionalidad y el individualismo, pero «Los cristianos no podemos renunciar a proponer el matrimonio con el fin de no contradecir la sensibilidad actual, para estar a la moda, o por sentimientos de inferioridad frente al descalabro moral y humano. Estaríamos privando al mundo de los valores que podemos y debemos aportar.» (no.35).

Femenino y masculino

Asimismo, para «La Alegría del Amor» «la valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad es necesaria para reconocerse a sí mismo» (no.285). «Pero también es verdad que lo masculino y lo femenino no son algo rígido. (…) La rigidez se convierte en una sobreactuación de lo masculino o femenino. (…) Esa rigidez, a su vez, puede impedir el desarrollo de las capacidades de cada uno» (no.286).

«El lenguaje de la sexualidad» (no.280)

El Papa promueve una «visión positiva de la sexualidad» (no.153) donde «un amor sin placer ni pasión no es suficiente para simbolizar la unión del corazón humano con Dios» (no.142). En «La Alegría del Amor», «La necesidad sexual de los esposos no es objeto de menosprecio, y «no se trata en modo alguno de poner en cuestión esa necesidad».» (no.150). Por el contrario, «El más sano erotismo, si bien está unido a una búsqueda de placer, supone la admiración, y por eso puede humanizar los impulsos.» (no.151). Lo que deja claro para toda la Iglesia es que «de ninguna manera podemos entender la dimensión erótica del amor como un mal permitido o como un peso a tolerar por el bien de la familia, sino como don de Dios que embellece el encuentro de los esposos.» (no.152). También advierte que la sexualidad humanista y cristiana no es compatible con todo tipo de cultura sexual porque «muchas veces la sexualidad se despersonaliza y también se llena de patologías» (no.153). Determinados modo de sexo «pueden convertirse en fuente de sufrimiento y de manipulación» (no.154) si obedece al putro egoísmo o a «la lógica del dominio» (no.156). Para el Papa, «es importante ser claros en el rechazo de toda forma de sometimiento sexual» (no.156). Es indispensable una educación sexual de los niños y jóvenes respetando etapas y niveles de madurez. A la vez, es consciente de un lenguaje nuevo: «debemos aceptar que «la necesidad de un lenguaje nuevo y más adecuado se presenta especialmente en el tiempo de presentar a los niños y adolescentes el tema de la sexualidad»» (no.281).

Concepción

Respecto a la concepción de hijos, lo primero que dice el documento es que «El amor siempre da vida» (no.165), para recordar también que «la procreación o la adopción no son las únicas maneras de vivir la fecundidad del amor.» (no.181). Se ve claro que «el camino adecuado para la planificación familiar presupone un diálogo consensual entre los esposos, el respeto de los tiempos y la consideración de la dignidad de cada uno de los miembros de la pareja.» (no.222). A los «métodos basados en los «ritmos naturales de fecundidad»» se les reconoce escuetamente un papel que «se ha de promover» (no.222).

Homosexualidad

El documento es muy escueto al respecto y eso es elocuente. Sostiene que «toda persona, independientemente de su tendencia sexual, ha de ser respetada en su dignidad y acogida con respeto, procurando evitar «todo signo de discriminación injusta » y particularmente cualquier forma de agresión y violencia.» (no.250). La Iglesia llama, por tanto, a que la comunidad católica luche con claridad contra la homofobia. A su vez, se distancia del matrimonio igualitario y no cree que deba haber equiparaciones, «ni siquiera remotas», entre las uniones homosexuales y el matrimonio (no.251).

Familias monoparentales

El documento llama a su inclusión eclesial y al apoyo incondicional a las madres o padres que no comparten con otros la crianza. «Las familias monoparentales, cualquiera que sea la causa, el progenitor que vive con el niño debe encontrar apoyo y consuelo entre las familias que conforman la comunidad cristiana, así como en los órganos pastorales de las parroquias.» (no.252). Asimismo, también llama a que aquellos niños que no viven el papel del padre puedan de alguna forma gozar de figuras de paternidad en su vida.

Matrimonios civiles y uniones convivenciales

Que la Iglesia propone el matrimonio y lo valora con entusiasmo como convivencia e institución, queda claro por todas partes en el documento. Ve el divorcio como un mal y fracaso y «Debe quedar claro que este no es el ideal que el Evangelio propone para el matrimonio y la familia.» (no.298).

No obstante, Francisco asume la doctrina de la gradualidad que propuso el Concilio Vaticano II y renovó Juan Pablo II. Todos vivimos en un proceso gradual en el que debemos recibir ánimo para progresar. De ese modo, la Iglesia reconoce que otras formas de unión «realizan al menos de modo parcial y análogo» el matrimonio cristiano (no.292). «La Iglesia no deja de valorar los elementos constructivos en aquellas situaciones que todavía no corresponden o ya no corresponden a su enseñanza sobre el matrimonio.» (no.292). Hay una valoración positiva de diferentes aspectos que se dan tanto en el matrimonio civil como en las convivencias (no.293) y hay que «entrar en diálogo pastoral con ellas» (no.293). En todo caso, hay que «afrontar todas estas situaciones de manera constructiva, tratando de transformarlas en oportunidad de camino» (no.294) y «acompañarlas con delicadeza» (no.294). Así todo, «las uniones de hecho o entre personas del mismo sexo, por ejemplo, no pueden equipararse sin más al matrimonio.» (no.52).

Divorciados con una nueva pareja

«Ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante.» (no.301). En «La Alegría del Amor», la Iglesia dice sin ambigüedad en varias ocasiones que «las personas divorciadas que viven en nueva unión no están excomulgadas y no son tratadas como tales, porque siempre integran la comunión eclesial.» (no.243). El Papa insiste en cuál es la posición de la Iglesia: «Nadie puede ser condenado para siempre, porque esa no es la lógica del Evangelio. No me refiero sólo a los divorciados en nueva unión sino a todos, en cualquier situación en que se encuentren.» (no.297). Por eso, «un pastor no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones «irregulares», como si fueran rocas que se lanzan sobre la vida de las personas.» (no.305). El Papa llama a considerar las situaciones personales, a las cuales hay que discernir las reglas generales. «Al mismo tiempo, aquello que forma parte de un discernimiento práctico ante una situación particular no puede ser elevado a la categoría de una norma.» (no.304).

El Papa reconoce junto con Juan Pablo II que hay casos en que las separaciones son inevitables: «En algunos casos, la valoración de la dignidad propia y del bien de los hijos exige poner un límite firme a las pretensiones excesivas del otro, a una gran injusticia, a la violencia o a una falta de respeto que se ha vuelto crónica. Hay que reconocer que «hay casos donde la separación es inevitable.» (no.257).

El Papa llama a todos los que estén en esas situaciones a acercarse a los pastores y cristianos laicos y comenzar un proceso de comunión. «Invito a los fieles que están viviendo situaciones complejas, a que se acerquen con confianza a conversar con sus pastores o con laicos que viven entregados al Señor.» (no.312). Se les propondrá «un itinerario de acompañamiento y de discernimiento» (no.300) «de acuerdo a la enseñanza de la Iglesia y las orientaciones del Obispo. En este proceso será útil hacer un examen de conciencia, a través de momentos de reflexión y arrepentimiento.» (no.300).

El camino de la Iglesia es de integración

Con esta nueva Exhortación, es evidente la «necesidad de desarrollar nuevos caminos pastorales» (no.199). La Iglesia elige el camino por el que anda Jesús y el Papa Francisco es claro: «he querido plantear con claridad a toda la Iglesia para que no equivoquemos el camino: «Dos lógicas recorren toda la historia de la Iglesia: marginar y reintegrar […] El camino de la Iglesia, desde el concilio de Jerusalén en adelante, es siempre el camino de Jesús, el de la misericordia y de la integración […] El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero»» (no.296). Es la Cultura del Corazón.

Documento integro publicado pola Igrexa: ver aqui