«Con sus decisiones ha despaganizado la figura del Papa», considera uno de los principales baluartes de la Teología de la Liberación.
El brasileño Leonardo Boff lleva tres décadas siendo el teólogo de referencia de los católicos más aperturistas, junto al suizo Hans Küng. Ex religioso franciscano, sus escritos sobre la teología de la liberación provocaron que la Congregación para la Doctrina de la Fe, entonces dirigida por el cardenal Joseph Ratzinger, le tuviera en el punto de mira durante años.
Al final los choques con Roma impulsaron a Boff a dejar la orden y a secularizarse. Hoy está casado con la activista Marcia Monteiro de Miranda y tiene varios hijos adoptados. Alaba «la sabiduría» de Francisco, con quien habla a través de un intermediario, por haber empezado la reforma de la Iglesia cambiando el papel del papado y le propone la convocatoria de una «asamblea universal de todas las Iglesias» para actualizar el mensaje cristiano al mundo de hoy. Además, le pide que «haga una purga» del supuesto «lobby gay» que hay en el Vaticano.
–¿Cómo interpreta las reuniones entre el Papa y los ocho miembros del «consejo de cardenales»?
–El significado mayor es que el Papa ya no quiere dirigir la Iglesia de forma monárquica como lo prevé el derecho canónico. Como dijo en su primera aparición en público tras su elección, quiere presidir en la caridad. Con los ocho cardenales invitados a aconsejarle en la reforma de la Curia quiere inaugurar una forma colegiada de dirección de la Iglesia. Seguramente más tarde en este colegio serán incorporados representantes de las conferencias continentales. Y, según presumen algunos, también mujeres, ya que el Papa Francisco dijo que hay que dar más lugar a las mujeres en la dirección de la Iglesia universal.
–¿Considera el «consejo de cardenales» el marco adecuado para debatir las reformas o sería mejor convocar un nuevo concilio?
–A mi juicio es tiempo de convocar una asamblea universal de todas las Iglesias incluyendo representantes de otras religiones para definir los caminos de la Iglesia en el siglo XXI. Hasta ahora todas las Iglesias son occidentales y el mundo ya es globalizado. Y el cristianismo como un todo no ha sabido encontrar su lugar en esta nueva fase de la historia de la humanidad y de la Tierra. Circula por toda América Latina una carta abierta al Papa para ser suscrita pidiendo una Asamblea Mundial para salvar la vida en la Tierra, que está amenazada.
–¿Cuál es en su opinión la reforma más urgente que debería realizar Francisco?
–La reforma más urgente es de orden moral. Hay que hacer una «purga», como el propio Papa dijo, del «lobby» homosexual que hay en la Curia. Después tiene que introducir total transparencia en los negocios del Instituto para las Obras de Religión, el IOR, la banca vaticana, porque era instrumento de lavado de millones de euros por personas que nada tienen que ver con la Iglesia, posiblemente dinero sucio de grupos mafiosos o de millonarios italianos que no querían someterse a las medidas de austeridad del Gobierno Monti. Pienso además que la Curia debe ser drásticamente reducida para ser ágil y estar al servivio no de sí misma o sólo del Papa, sino de todas las Iglesias particulares y continentales.
A mi juicio, mejor sería utilizar los medios modernos de comunicación (redes, skype, mesas de comunicación on-line) y descentralizar la Curia romana. ¿Por qué el dicasterio de las misiones no puede estar en alguna ciudad de Asia? ¿Y el del diálogo con las culturas en África? ¿El de los derechos humanos en América Latina? ¿O el de la unidad de los cristianos en Ginebra, cerca del Consejo Mundial de Iglesias? Esto daría un tono mundial a la Iglesia y evitaría la creación de antipoderes dentro de la Curia, que resisten al Papa. Sería además técnicamente posible.
–¿Cómo está contribuyendo Francisco a que se vuelva a despertar el interés por la fe cristiana de muchas personas alejadas?
–El Papa Francisco fue muy sabio al empezar con la reforma del papado antes de la reforma de la Curia. Así gana credibilidad y fuerza moral para imponer su proyecto de transformación institucional. Él ha dicho muchas veces que primero viene el amor, la misericordia, la ternura hacia las personas y después las doctrinas. Primero la acogida y el diálogo y después la disciplina. Lo importante para él es la persona humana tomada en su dignidad. Y confiesa que la Iglesia no debe entrometerse demasiado en la vida privada de las personas, pues hay un límite insuperable que es la conciencia.
Él sigue más la tradición de Jesús que está hecha de amor incondicional, misericordia, y apertura al Padre que a los dictámenes de la religión romano-católica con sus dogmas, ritos y cánones. Esta actitud de sencillez, humildad, sinceridad y despojo de todos los títulos y aparatos de poder ha conquistado a todos y ayuda a rehacer la credibilidad perdida de la institución eclesiástica. Paradigmática es la primera página del Anuario Pontificio. En la primera página se solía poner el nombre del Papa con todos los títulos: Sumo Pontífice, Papa, Patriarca de Occidente… Ahora en la nueva edición aparece solamente «Francisco: obispo de Roma».
–Empiezan a escucharse críticas de algunos sectores dentro de la Iglesia. ¿Las entiende? ¿Cree que existe el peligro de que algunos abandonen la Iglesia?
–El Papa Francisco ha despaganizado la figura del Papa. Prácticamente todos los títulos, desde Papa, Sumo Pontífice y otros estaban reservados a los emperadores paganos romanos. Los símbolos, como la púrpura, el mantillo de los hombros, el cetro, los palacios y los hábitos son todos palaciegos. El Papa ha abandonado todo esto y se presenta como obispo de Roma, hermano universal e invita a todos a «la revolución de la ternura» y a que los pastores tengan «olor a oveja». Esto puede escandalizar a algunos que son tradicionalistas y que no conocen la verdadera tradición de Jesús, que era pobre y no tenía biblioteca, ni de Pedro, que no poseía un banco. Ambos vivían conforme a los hábitos de la gente del pueblo de su tiempo.
–¿Por qué cree que se está rehabilitando la teología de la liberación?
–El Papa Francisco viene de América Latina, donde está en vigor este tipo de teología. Él fue un adepto fervoroso de la vertiente argentina de la teología de la liberación, que se llama teología del pueblo o teología de la cultura popular, iniciada por Lucio Gera y Juan Carlos Scannone. Este último dio una entrevista diciendo que fue profesor de Bergoglio y que testimonia su entusiasmo por este tipo de teología que confiere centralidad a los pobres. No sin razón su primera palabra fue: «Quisiera una Iglesia pobre y para los pobres».
Él vive pobremente fuera del palacio pontificio, en la casa de huéspedes Santa Marta y come junto a todos los demás. Lo primero que hizo como Papa fue visitar a los pobres refugiados de la isla de Lampedusa, después el centro jesuítico en Roma para inmigrantes y más tarde a los desempleados en Córcega. Viene de un caldo cultural teológico latinoamericano en el que la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM) ha hecho oficialmente una opción preferencial por los pobres, contra su pobreza y a favor de su vida y justicia. Eso no se entiende con los ojos de las Iglesias centrales de la vieja cristiandad europea. Hablan de pobres pero nunca tienen un contacto directo con ellos, de piel a piel. Pero eso lo vive y testimonia el Papa Francisco.
«Hablo con el Papa a través de un amigo»
«Al recibir en audiencia particular a uno de los fundadores de la teología de la liberación, el peruano Gustavo Gutiérrez, el Papa quiso dar una señal de que ahora los tiempos no son de sospechas, persecuciones y condenas, sino de comprensión y apoyo a una teología que tiene tantas características evangélicas y que ha ayudado a la dignificación de miles de pobres y oprimidos en el Continente y que han pagado con difamaciones, persecuciones, torturas y muertes el compromiso desde la fe con los últimos e invisibles de nuestra sociedad», asegura Boff. Pero él, ¿mantiene comunicación con Francisco?-La tengo, pero indirecta mediante una persona que es amiga común. Es una comunicación con muchas promesas de cooperación.