Mobilizacións en contra das guerras

Moitos colectivos levan anos loitando en contra das guerras. En Vigo dende hai anos o Espazo Aberto Antimilitar tenta facer este mensaxe antimilitar a través da Obxección Fiscal, da denuncia da industria militar, das relacións entre banca e guerra…

Este sábado a partires das 19h00 convídannos a participar no acto de peche de campaña pola Obxección Fiscal aos Gastos Militares en fronte do mercado do Calvario.

Como diciamos hai moitos grupos que traballan neste senso como por exemplo o formado por un grupo de xente da cultura e de intelectuais lanzan unha plataforma para «paliar la violación de los derechos humanos que sufren los ciudadanos» baixo o nome Ojos para la Paz.

Este é o seu manifesto:

Porque el 1% de la humanidad, que posee el 80% del poder y la riqueza del mundo, ha decretado una guerra global y permanente al otro 99%.

Porque del mismo modo que nosotros no queremos ser mercancía en manos de ladrones, ningún ser humano debe de ser ganado para inmolar en los mataderos de sus guerras.

Porque si nos indigna el robo de los mercados, del capital financiero y de las oligarquías, es decir, de los esbirros del neoliberalismo económico que nos domina, debería horrorizarnos el delito supremo del crimen bélico que no tiene otro fin que el saqueo en beneficio propio.

Porque ambos delitos, crimen y robo, por orden de gravedad, son consustanciales a ese sistema caduco.

Porque ahora mismo, apropiándose del lenguaje de las eternas reivindicaciones, apelan a unos supuestos Derechos Humanos formales para confundir y crear una cortina de humo que impida a los ciudadanos el ejercicio del más sagrado de todos los derechos: el derecho a la vida.

Porque son muchas las Organizaciones No Gubernamentales, subvencionadas, creadas y dirigidas por esos mismos instigadores de la guerra, que siguiendo directrices de los mismos que les subvencionan, utilizan el arma arrojadiza de los Derechos Humanos para arremeter sin pruebas veraces y preparar el terreno de la opinión pública para justificar así las intervenciones armadas.

Porque esos crímenes amenazan no sólo a los pueblos y naciones que tienen materias primas, sino por extensión a toda la humanidad: si son capaces de todos los horrores en las que son de hecho sus colonias económicas, llegado el caso también lo serán de aplicarlos a la propia metrópoli y a sus aliados.
Porque más que nunca es imprescindible una reactivación moral, cívica, que una a la humanidad en el objetivo común y principal de la paz, y que más allá de visiones partidistas y sesgadas, evite una guerra que puede llegar a ser la definitiva.

Porque hay que poner en marcha un proyecto de ingeniería colectiva que aporte toda la imaginación y reflexión necesarias para detener al monstruo de la guerra.

Porque la guerra no es el último recurso, simplemente NO es un recurso. Quienes están en los puestos donde se toman las decisiones y se supone que son los que han de evitar la guerra, no deberían instigarla, sino obviar y fomentar el respeto entre los estados, la no injerencia y la convivencia pacífica.

Porque hemos comprobado que a los antibelicistas se nos tolera porque ellos han establecido un techo que no podemos ni hemos sabido romper. Queremos levantar opinión fuera de las catacumbas a las que nos relegan, unificar el discurso y que pueda ser tan mediático como sea posible con la ayuda de todos los ciudadanos, sea cual sea su profesión, sea cual sea su situación en la sociedad: seres humanos capaces de transmitir opinión e indignación y de catalizar las fuerzas que terminen con el impulso bélico.

Porque si la guerra es global, como de hecho lo es aunque no nos llegue a algunos privilegiados, nuestra fraternidad en contra de ella también debe serlo, construyendo plataformas en los distintos países con un trabajo conjunto y coordinado para la consecución de este proyecto global contra la guerra global.

Porque vamos más allá, y queremos que el pensamiento y la lucha antibelicistas penetren igualmente en las entrañas del corrupto sistema responsable directo de todas las guerras, y que de la acción conjunta desarrollada en los países contra ellas, surja una fuerza que intente fragmentar y destruir cualquier plan belicista.

Porque no podemos decir sin sonrojarnos “que los tiempos de crisis profunda acaban siempre con una guerra mundial”. El horror de la guerra no encuentra mejor complemento ni ayuda que estas afirmaciones hechas sin reflexionar y para eludir nuestra parte de responsabilidad en la llegada de la barbarie.

Porque la esperanza de un mundo nuevo y mejor sólo podrá convertirse en realidad si desenmascaramos las fuerzas destructivas que desde el interior de un sistema en crisis letal, agoniza en estertores que provocan miseria y dolor.

Porque nuestra “sociedad del bienestar” sólo es nostalgia de lo que nunca llegó a ser del todo porque sólo lo era para unos pocos, y aún así, si alguna vez llegó a serlo se fraguó sobre el dolor de millones de seres humanos. Sólo nos hará avanzar el impulso de una valiente y sincera renovación total y sobre todo desahuciando las perversas “guerras humanitarias” que pretenden “salvar civiles” a base de hacerlos perecer. Sólo en Libia más de 60.000 civiles, más del 1% de su población; “salvados” durante 8 meses por un asedio cobarde y perverso, en el que gracias a la manipulación de la información, colaboró entusiasmada y narcotizada la opinión pública y una intelectualidad que confundió a los mercenarios con las organizaciones internacionales que los armaron y contrataron para defender a los “amantes de la libertad”, dijeron, sin mencionar la apropiación que todavía sigue de los recursos naturales del país.

Porque crímenes execrables de inusitada cobardía y maldad cómo el de Libia, han podido cometerse bajo el perverso argumento de la “salvación de los civiles”, gracias a la carta blanca que desde posturas tradicionalmente progresistas han recibido los poderosos. Ni ellos mismos esperaban un éxito tan clamoroso que les permite repetir este guión “en cualquier país que determinen”, tal y cómo se jacta Obama.

Porque el recurso de haber sido refrendada una guerra por las Naciones Unidas nunca menciona que son precisamente ellos, los países que provocan e intervienen directa o solapadamente en las guerras, los que las aprueban en los Consejos de Seguridad donde partidarios y opositores trafican sus intereses particulares, al margen de los demás países y de la ciudadanía mundial.

Porque el silencio miedoso o irreflexivo frente a la maldad que tantas veces nos amordaza, no sólo nos ratifica en ella sino que nos hace cómplices y se convierte en el refuerzo moral que esperan los agresores para garantizar así su triunfo moral y “democrático”.

Porque es inadmisible desde los supuestos fundamentos de las “democracias” occidentales, en el discurso beligerante que aparece en todos los medios sin excepción, que la propaganda de guerra no admita opiniones contrarias a la de las consignas recibidas. Hay que exigir que tengan acceso a la transmisión de información en los medios de comunicación otras visiones distintas de la oficial o de las que suministran las agencias de información del país o países que han provocado las guerras, a las que tantas veces se les niega este derecho por más que las pruebas estén seriamente documentadas.

Porque conocemos las trágicas consecuencias de la irrupción del discurso irracional y emocional en política, reivindicamos la ética y el raciocinio que debe acompañarla. Las afirmaciones sin fundamentar, las crónicas que no mencionan fuentes, la ocultación de lo que no interesa que se conozca, se mantienen en esa estructura ideológica dominada por la misma voluntad de poder, la misma carga perversa capaz de sembrar de muertos el mundo.

Porque somos conscientes de que la marea humana que se manifestó contra la guerra de Irak , “caudal humano hacia otra luz” en palabras de Blas de Otero, sigue odiando las guerras y sabe quienes las provocan y para qué, creemos que hay que reactivar ese sentimiento y pasar de las palabras a los hechos. Lo que conocemos en privado tiene que decirse en público, en beneficio nuestro y de los demás.

Porque debemos invertir los términos hasta el extremo de que quienes fomenten desde los medios las mentiras que legitiman la guerra y que abogan de manera clara por ella, puedan ser juzgados por instigación a crímenes contra toda la humanidad.

Porque debemos contrarrestar el aluvión de la propaganda de guerra y a través de nuestros propios medios, suministrar información alternativa a la opinión pública y a las organizaciones que de manera tradicional se han opuesto a las guerras hasta ahora.

Porque además de habernos secuestrado la economía y la historia, de decidir sobre la vida y la muerte, los poderosos pretenden robarnos la ética. Para ello la utilizan de falso señuelo a fin de que, como si tuviéramos todavía una mente infantil, lleguemos a creer que los responsables de los crímenes de Irak, Afganistán, Libia, Siria, todos apoyados y armados por ellos, son ahora filántropos a los que no se pueden cuestionar sus “buenas intenciones”.

Porque sólo los poderosos pretenden tener desde el inmenso poder mediático y militar el supuesto don de representar a las “víctimas”. Ese tremendo poder es el fin en sí mismo y la hecatombe que “libera”, una acción salvadora en el delirio que alimenta su ambición.

Porque un gobernante no puede convertirse en un verdugo universal, desde supuestos valores más falsos que sus coartadas bélicas, más muertos que las almas de los inductores al crimen y de quienes lo aceptan desde el subconsciente colectivo. En esto ha acabado el verdadero poder “ejecutivo” de las democracias controladas ahora por las oligarquías: en su capacidad directa de decidir sobre la vida y la muerte de los demás, asesinando de manera impecable y selectiva a quienes deciden, con los inevitables “daños colaterales”.

Porque ya no vale la condescendencia, ni se nos pueden perdonar las falsas creencias “humanitarias” que pueden ser cuestionadas por el mero hecho de la parálisis que fomentan. No nos disculpa alegar “que siempre fue así”, puesto que del “siempre” estos bandidos nos pueden hacer saltar al “nunca” por una devastación planetaria.

Porque debemos despertar de la falsa disyuntiva humanitaria, arma de destrucción masiva diseñada por la neurociencia y sus psicosociólogos del control social, que apela a los buenos sentimientos para convertirnos a todos en cómplices de crímenes mayores, sin conciencia de serlo.

Porque ya no podemos quedar impasibles a sabiendas de que nuestra pasividad es también una respuesta: el beneplácito a cualquier aberración criminal que la ambición de unos pocos genere y que aboca a toda la humanidad a sufrimientos sin límite.

Porque es necesario despejar falsedades, prejuicios e ignorancia y porque tenemos que volver a la ética, al aprendizaje de la experiencia, al raciocinio y a la visión del conjunto. Y si todo esto suena a un esforzado trabajo espiritual, en esta tesitura, es posible que recuperar el simple instinto de supervivencia nos sea de gran ayuda.

Fonte: www.ojosparalapaz.org

Un comentario

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