No blog de Javi Baeza cura da parroquia de Entrevías en Madrid podemos ler esta entrevista publicada no ABC na que ofrecen opinión sobre o debate creado en torno aos menores e a lei do menor.
– ¿Es preciso rebajar la edad penal para castigar y evitar este tipo de comportamientos?
Bajo ningún concepto, cuando hablamos de rebajar la edad penal hablamos de aplicar el más riguroso, cruel y dañino de nuestros derechos a la parte más débil y rota de nuestra sociedad, que son los niños que delinquen, hacerlo con niños de tan solo once o doce años significa renunciar a nuestra capacidad para educar, cuidar y corregir a los chiquillos con otros medios. De hecho, chavales que estaban “muy desahuciados” por sistemas públicos de protección y servicios sociales, y les hemos podido ofrecer espacios y ambientes “saludables” han reconvertido lo que era una vida muy quebrada.
– ¿Es eficaz la ley del menor?
La ley penal del menor no resuelve ni evita la comisión del delito, lo que evita la comisión de los delitos es un sistema de educación formal y no formal que atienda las necesidades de los chiquillos. Debería crearnos alarma social la noticia de que un tercio de los niños en España desaparecen del sistema educativo. Ningún chiquillo analiza la ley penal antes de cometer un delito. La ley penal solo entra en funcionamiento cuando el delito ya se ha cometido.
La función de prevención general del delito, la que hace que no se cometan delito por miedo al castigo, tiene poca significación en los menores de edad. De hecho vemos cómo tampoco “ese miedo” es eficaz en adultos.
– ¿Cree que el hecho de que no exista un castigo potencia que se comentan estos crímenes? ¿O no se puede hablar de crímenes al estar cometidos por menores?
Cuando un niño menor de catorce años comete un delito debe haber corrección, el niño debe experimentar que sus actos tienen consecuencias, así se genera responsabilidad. Pero lo que no podemos es trasladar esa consecuencia al ámbito penal, con jueces, abogados y fiscales controlando un proceso que los chicos no entienden, que está tremendamente alejado de su realidad de crecimiento y desarrollo personal, y que por lo tanto no les va a ayudar a comprender el daño causado y a responsabilizarse de él.
– ¿Es cierto que estos comportamientos a menudo se quedan impunes?
No es cierto. Las estadísticas del Consejo General del Poder Judicial no denotan un incremento de los delitos cometidos por menores de edad, sin embargo, desde el año 2001, se han incrementado exponencialmente las plazas en centros cerrados y semiabiertos. En Madrid en el año 2000 había 3 centros de reforma con unas 45 plazas, en la actualidad hay 15 prisiones de niños en Madrid. Se castiga y se interna a los niños que cometen delitos, bajo un reglamento homologo al reglamento penitenciario de adultos, pero sin las garantías jurídicas aplicables a estos “porque son menores”. Cuando vamos a ver a menores en cárceles de niños no hay ninguna diferencia en la estructura que en las cárceles de adultos. No podemos obviar que las personar nos construimos en contextos determinados. Qué contexto es una cárcel para construir o re-construir vidas que comienzan?
– ¿Responden esos comportamientos a una anomalía psíquica, o denotan un malestar cultural, una enfermedad social, un caldo de cultivo que hace que estos hechos sean más frecuentes y desde sectores afines o cómplices no se vean como aberraciones?
Los niños son el saco de boxeo de nuestra sociedad. Los que más sufren los problemas que afectan a la sociedad española: la pobreza se ha incrementado especialmente en los niños de entre 0 y 16 años, la violencia y agresividad de nuestra sociedad, la falta de referentes en la vida pública que sean ejemplo para nuestros chicos, el sistema educativo sometido a los intereses políticos: todo eso hace que nuestros chavales y chavalas sufran y reproduzcan nuestros males. El mundo del menor es la caja de resonancia de los desastres de los adultos. Cuando una sociedad “teme” a los menores, es que está gravemente enferma. Quienes son objeto de cuidado, acompañamiento y protección nos pueden ser quienes “den miedo”. Estamos en una sociedad muy “desenfocada” respecto a los demonios de la misma.
– ¿Se trata de epifenómenos contemporáneos o se pueden rastrear en cualquier época?
Imagino que hechos luctuosos de este tipo habrá habido en otras ocasiones. Sin embargo, estamos en tiempos en los que la impronta de los medios de comunicación amplifica aquellos sucesos que estiman pueden ampliar audiencia. A esto, además como señalábamos anteriormente, se suma el hecho de que hayamos puesto la lente social en los sectores más débiles con el fin de criminalizar conductas ocurridas en estos y cegar otras realidades igualmente adversas para el conjunto de la sociedad. Esta sociedad enferma hace que se cometan actos enfermizos. Pero precisamente la responsabilidad de todos, será que esta espiral enfermiza no siga barruntando la sociedad: En este caso la realidad de los niños y niñas.
– ¿Son casos excepcionales o se puede hablar de una tendencia preocupante?
Como decíamos antes los casos, según las propias estadísticas del CGPJ y la Fiscalía del Estado, son excepcionales en cuanto se refieren a hechos dolorosos y luctuosos que llegan a los medios. Hay multitud de chavales que están cumpliendo medidas de internamiento, por ejemplo, por haber “levantado” 10€ del bolsillo a su colega. Lo que me parece preocupante es la tendencia a considerar a los niños como monstruos de quien defenderse y no criaturas a quien cuidar. Esta si que es una tendencia preocupante y que tristemente se escucha en muchos responsables políticos y tratamentales.
– ¿Qué le parece la cobertura que hacen los medios de comunicación? ¿El hecho de que susciten tanto interés hace que cobren más importancia de la que en realidad tienen? ¿Cree que la cobertura mediática puede inducir a la imitación?
Por una lado hay una tendencia mediática a enaltecer hechos deleznables con una frivolidad morbosa realmente escandalosa. Por otro hay una conciencia errónea de que los delitos en menores “no se pagan” y puede parecer que las cárceles de niño son hoteles de estrellas o campamentos de verano. Esto es absolutamente falso. Son, en general, prisiones de alta seguridad que si realmente se conociesen por la sociedad, quizás no se pidiese utilizarlas con tanta ligereza. No sé si los medios son responsables de la imitación. Lo que sí creo –pero hay honrosas excepciones entre profesionales periodistas- es que los medios pactan muy habitualmente con ese maridaje entre hecho doloroso y noticia morbosa. Esto, como vemos es ocasiones, sí que es un verdadero escándalo.
– ¿Están fallando los mecanismos educativos en la familia, la escuela y la sociedad en general?
Tenemos la sensación de que nos han maleducado en la complejidad de lo real. Y esto nos ha llevado a un camino delicado: no sabemos qué hacer en el manejo de los conflictos con nuestros hijos, nuestros alumnos y nuestros vecinos. Pero es que creemos que hay “profesionales” taumatúrgicos que tienen varitas “arregla todo”. Entonces viene la delegación de responsabilidades: los padres en la escuela, esta en los servicios sociales, estos en la policía, está los presenta al juez, y éste –en el mejor de los casos- se toma el tiempo necesario para hablar con los menores e intentar bucear en las causas de ciertos desastres vitales.
– ¿Hay una quiebra de valores y tabúes?
Efectivamente hay una quiebra seria en el mundo adulto. Los menores no son más que el reflejo, a su modo y saber, de lo que los adultos defendemos, ensalzamos o frivolizamos.
Por ejemplo la autoridad, antes la confería la experiencia, el sentido común, la capacidad de socialización en el entorno. Hoy, ésta, parece venir inyectada en los títulos colgados de la pared de los despachos, o en los votos que a uno le llevan a asumir no se qué responsabilidad pública, o en la paciencia que tenga para perfilar músculos en el gimnasio de turno.
La sociedad está muy ayuna de diálogo, de búsqueda magnánima de hacer bien las cosas, de paciencia ante los procesos personales…
– ¿En esta violencia contra los más débiles, contra la mujer, se están repitiendo pautas de comportamiento adultas, por ejemplo como en los casos de violencia contra la mujer?
Vuelvo a repetir que los niños y niñas son maestros de la repetición: lo que ven en los adultos pueden repetirlo y mejorarlo extraordinariamente.
– ¿Qué hacer?
Primero, no recurrir a medidas estentóreas provocadas por el lógico dolor de la víctima. A la víctima hay que consolarla y acompañarla para que drene su desesperación y cicatrice sus heridas, no manipularla partidistamente, lo que perpetúa su condición de víctima.
Segundo, debatir sosegadamente con los actores implicados en la vida de los más pequeños –y ellos como sujetos activos- acerca de sus necesidades, sus miedos, sus frustraciones.
Tercero, intentar no utilizar combustibles para apagar fuegos. No se puede legislar el día del entierro o satisfacer necesidades que aunque legítimas que pudieran chocar frontalmente con las de los menores, sectores más débiles de nuestra sociedad.
Cuarto, focalizar bien acerca de quienes son hoy los demonios de nuestra sociedad, no vayamos a confundir las víctimas con los victimarios.
En cualquier caso nos parece importante recordar que solo se educa por contacto, con el compromiso de compartir con los chicos y chicas sus recorridos vitales, y hacerles partícipes de los nuestros para así encontrar cauces para el encuentro y la recuperación de todas esas vidas rotas.