Nun mundo rico estamos fartos de ler e escoitar datos da enorme desigualdade entre clases sociais, exemplo disto para desgraza dos brasileiros e este gran país sudamericano. Frei Betto amosa e analiza os datos que podense resumir na frase coa que remata o artigo: «El Brasil es rico, pero no es justo».
Desigualdad Social en el Brasil – Frei Betto
Un informe de la ONU (Pnud), divulgado en julio, señala al Brasil como el tercer peor índice de desigualdad en el mundo. En cuanto a la distancia entre pobres y ricos, nuestro país empata con el Ecuador y queda detrás de Bolivia, Haití, Madagascar, Tailandia y Sudáfrica.
Tenemos una de las peores distribuciones de la riqueza del planeta. Entre los 15 países con mayor diferencia entre ricos y pobres, 10 se encuentran en América Latina y el Caribe. Las mujeres (que reciben salarios menores que los hombres), los negros y los indígenas son los más afectados por la desigualdad social. En el Brasil, apenas el 5,1% de los blancos sobreviven con el equivalente a 30 dólares por mes. El porcentaje sube al 10,6% en relación a indios y negros.
En América Latina la desigualdad es menor en Costa Rica, Argentina, Venezuela y Uruguay. La ONU señala como causas principales de la disparidad social la falta de acceso a la educación, la política fiscal injusta, los bajos salarios y la dificultad para disponer de servicios básicos, como salud, saneamiento y transporte.
Es cierto que en los últimos diez años el gobierno brasileño invirtió mucho en la reducción de la miseria. Pero ni aún así se consiguió evitar que la desigualdad se propague entre las futuras generaciones. Según la ONU, el 58% de la población brasileña mantiene el mismo perfil social de pobreza entre dos generaciones. En el Canadá y en los países escandinavos este índice es del 19%.
Lo que permite la reducción de la desigualdad es especialmente el acceso a la educación de calidad. En el Brasil, por cada 100 habitantes sólo 9 poseen un diploma universitario. Basta decir que cada año sólo 130 mil jóvenes en todo el país se matriculan en cursos de ingeniería. Sobran 50 mil plazas… Y de ellos apenas 30 mil llegan a graduarse. Los demás desisten por falta de capacidad para proseguir los estudios, de recursos para pagar la mensualidad o por necessidad de abandonar la carrera para garantizarse un puesto en el mercado de trabajo.
En las elecciones de este año votarán 135 millones de brasileños. El 53% de ellos no terminaron la enseñanza básica. ¿Qué futuro le espera a este país si no se frena la sangría de la desescolarización?
Sí se dan mejoras en nuestro país. Entre 2001 y 2008 la riqueza del 10% de los más pobres creció seis veces más rápidamente que la del 10% de los más ricos. La de los ricos creció el 11,2%; la de los pobres el 72%. Pero es que hace 25 años, de acuerdo a los datos del IPEA, que este índice no cambiaba: la mitad de la riqueza total del Brasil está en manos del 10% de los más ricos del país. Y el 50% de los más pobres se reparten apenas el 10% de la riqueza nacional.
Para lograr una drástica reducción de la desigualdad imperante en nuestro país es urgente promover la reforma agraria y multiplicar los mecanismos de transferencia de la riqueza, como la Previsión Social. Hoy día 81,2 millones de brasileños son beneficiados por el sistema previsional, que promueve de hecho la distribución de la riqueza.
Más da la mitad de la población del Brasil posee menos del 3% de las propiedades rurales. Y sólo 46 mil propietarios son dueños de la mitad de las tierras. ¡Nuestra estructura agrícola es la misma desde que el Brasil era imperio! Y quien da empleo en el campo no es el latifundio ni el agronegocio sino la agricultura familiar, que ocupa apenas el 24% de las tierras pero emplea al 75% de los trabajadores rurales.
Hoy día los programas de transferencia de riqueza del gobierno -incluyendo la asistencia social, la Bolsa Familia y las jubilaciones- representan un 20% del total de la riqueza de las familias brasileñas. En el 2008, 18,7 millones de personas vivían con menos del salario mínimo. Si no fuera por las políticas de transferencia, serían 40,5 millones. Eso significa que, en estos últimos años, el gobierno de Lula sacó de la miseria a 21,8 millones de personas. En 1978, sólo el 8,3% de las familias brasileñas recibían transferencia de riqueza. En el 2008 eran el 58,3%.
Es una falacia decir que, al promover transferencia de riqueza, el gobierno está «manteniendo vagos». El gobierno mantiene vagos cuando no castiga a los corruptos, el nepotismo, las licitaciones amañadas, la malversación de dinero público. Transferir riqueza a los más pobres es un deber, sobre todo en un país en que el gobierno ayuda al mercado financiero engordando la fortuna de los especuladores que no producen nada. La cuestión reside en enseñar a pescar, en vez de dar el pez. Entiéndase: encontrar la puerta de salida del programa Bolsa Familia.
Todas las investigaciones comprueban que los más pobres, cuando obtienen un poco más de riqueza, invierten en calidad de vida, como salud, educación y vivienda.
El Brasil es rico, pero no es justo.
[Traducción de J.L.Burguet]
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