¿Fue práctica de Jesús mandar a los discípulos, y discípulas, de dos en dos, por villas y lugares, anunciando lo nuevo de Dios, o fue cosa pensada más tarde por las primeras comunidades cristianas? Viene a ser lo mismo. Las primeras comunidades cristianas habían aprendido de Jesús que acercarse de verdad al corazón de Dios y a su dinamismo de amor solidario era algo muy bueno para todo el pueblo, especialmente para las personas más marginadas, y por eso ansiaban que fueran muchos y muchas, de dos en dos, de tres en tres, de cuatro en cuatro, como fuera, las que, más aún con los hechos que con las palabras, lo fueran introduciendo en la vida de las personas y de los pueblos. Así que había que remover el cielo y la tierra, para que la cosa fuera adelante, porque de eso dependía el bienestar de mucha gente. ¿Tenemos nosotros hoy ese mismo convencimiento? ¿Somos apasionados/as de la felicidad de la gente, como lo era Jesús y como lo eran aquellas primeras comunidades cristianas?