O evaxeo do domingo 10 de Abril

Os evanxeos destes domingos do tempo pascual axúdannos a experimentar a proximidade de Xesús e a recoñecerlle no noso camiñar: sae ao noso encontro nos camiños concretos, nas circunstancias concretas nas que nos atopamos. Abre os nosos ollos para que podamos recoñecerlle, vencer os nosos medos e acoller a súa paz. Envíanos a ser as súas testemuñas, os signos eficaces da súa presenza, alí onde esteamos. Feliz experiencia de Pascua!

Escollemos para este domingo o comentario de «Juglares del Evangelio» que podedes ler aquí.

No hay duda de que este capítulo fue añadido al evangelio. El relato había acabado en Jerusalén y de repente la escena del evangelio de hoy se sitúa en Galilea. Hay muchos términos que no aparecen  en el resto del evangelio y el estilo con el que está escrito difiere de los capítulos anteriores.

Vamos a acercarnos al texto desde la dimensión simbólica, porque está escrito en esa clave.

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Se nos presenta a siete discípulos, recordamos que este número es símbolo de la totalidad. Cuatro de ellos son del grupo de los apóstoles y tres no. Nos dice que Jesús se aparece a la comunidad en su totalidad.

Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar.» 
Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo.»
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?»
Ellos contestaron: «No.»
Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.»

La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces.

La barca y la pesca son los símbolos habituales en el siglo I de la misión de la comunidad. Pescar, en sentido simbólico, es hacer discípulos y es el trabajo que estos discípulos estaban realizando, en la oscuridad de la noche y siguiendo la iniciativa de Pedro.

La noche significa en el evangelio de Juan, la ausencia de Jesús, que es la luz del mundo.  Y el resultado no puede ser más desalentador: “no cogieron nada”. Sin la presencia de Jesús Resucitado los esfuerzos evangelizadores no dan fruto.

Cuando empieza a amanecer y clarea el día siguen sin reconocen a Jesús, aunque les acompaña. Será la abundancia de la pesca lo que les permita reconocerle y experimentar que con Jesús a su lado la misión da fruto y la pesca es abundante.

Entonces se dan cuenta de que está con ellos Jesús, el Kyrios, el resucitado, el Señor. Y Juan necesita confesar su fe:

 Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: «Es el Señor.» 

Sabemos que en las primeras comunidades hubo diferencias y enfrentamientos entre Pedro, que lideró las comunidades de Roma y Juan, que lideró las de Efeso. En esta ocasión es Juan el que da testimonio y Pedro el que acoge este testimonio  y se pone en marcha rápidamente.

El discípulo amado no es solo Juan, simboliza también a cada uno de los discípulos y discípulas “verdaderos”,  a quienes desde la fe y el amor “perciben” la presencia del Señor.

Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. 

Jesús les dice: «Traed de los peces que acabáis de coger» 
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. 

Es curioso que hablen de 153. Muchos pescadores en tiempos de Jesús creían que era el número de especies diferentes de peces que habitaban los mares. Lo importante no es el número sino que representa la universalidad, porque los discípulos estaban llamados a hacer discípulos de todos los pueblos Hoy diríamos: “ningún ser humano queda fuera” y a pesar de eso, la red no se rompe.

También hay diferentes maneras de descomponer el número, por si interesa en el ámbito escolar se puede ver en este enlace: http://www.kumon.es/blog/las-propiedades-del-asombroso-numero-153/

Jesús les dice: «Vamos, almorzad» 

Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos. 

 Es innegable la evocación que se hace de la multiplicación de los panes y los peces y de la Eucaristía. Jesús hace los mismos gestos. El hecho de sentarse a comer con Él hace innecesario que nadie le pregunte quien es.

Al decirnos que es la tercera vez que Jesús se aparece, nos está diciendo que es la “definitiva” que no hace falta esperar otras.

En la sobremesa, Jesús aprovecha para “compensar” la cobardía que había tenido Pedro al negarle tres veces, sabiendo que este número significa la totalidad, siempre. Ante la negación reiterada es preciso la confesión de fe reiterada, por eso vuelve a aparecer el número tres.

Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?» 
Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero»
Jesús le dice: «Apacienta mis corderos.»
Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»
Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Él le dice: «Pastorea mis ovejas.»
Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?»
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.» Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió: «Sígueme»

La misión encomendada a Pedro viene después de su confesión y su vinculación amorosa a Jesús Resucitado, para dejar claro que toda la misión es irradiación de la vida del Resucitado.

El amor y el cuidado de las ovejas están vinculados a una experiencia de amor que se traduce en fe y en compromiso.  ¿Entendemos y vivimos así nuestra misión como educadores y catequistas?