VENRES SANTO E SAN ROMERO DE AMERICA

Achegámonos a este venres santo da man do noso amigo José Antonio Pagola e comunicámosvos quie ás 8 da tarde teremos na nosa comunidade a CELEBRACION DA PASION E MORTE DE XESÚS E DOS CRUCIFICADOS DE HOXE. Queremos lembrar tamen a SAN ROMERO DE AMERICA no seu aniversario.

El mundo está lleno de iglesias cristianas presididas por la imagen del Crucificado y está lleno también de personas que sufren, crucificadas por la desgracia, las injusticias y el olvido: enfermos privados de cuidado, mujeres maltratadas, ancianos ignorados, niños y niñas violados, emigrantes sin papeles ni futuro. Y gente, mucha gente hundida en el hambre y la miseria.

Es difícil imaginar un símbolo más cargado de esperanza que esa cruz plantada por los cristianos en todas partes: «memoria» conmovedora de un Dios crucificado y recuerdo permanente de su identificación con todos los inocentes que sufren de manera injusta en nuestro mundo.

Esa cruz, levantada entre nuestras cruces, nos recuerda que Dios sufre con nosotros. A Dios le duele el hambre de los niños de Calcuta, sufre con los asesinados y torturados de Irak, llora con las mujeres maltratadas día a día en su hogar. No sabemos explicarnos la raíz última de tanto mal. Y, aunque lo supiéramos, no nos serviría de mucho. Sólo sabemos que Dios sufre con nosotros y esto lo cambia todo.

Pero los símbolos más sublimes pueden quedar pervertidos si no sabemos redescubrir una y otra vez su verdadero contenido. ¿Qué significa la imagen del Crucificado, tan presente entre nosotros, si no sabemos ver marcados en su rostro el sufrimiento, la soledad, el dolor, la tortura y desolación de tantos hijos e hijas de Dios? ¿Qué sentido tiene llevar una cruz sobre nuestro pecho, si no sabemos
cargar con la más pequeña cruz de tantas personas que sufren junto a nosotros? ¿Qué significan nuestros besos al Crucificado, si no despiertanen nosotros el cariño, la acogida y el acercamiento a quienes viven crucificados?

El Crucificado desenmascara como nadie nuestras mentiras y cobardías. Desde el silencio de la cruz, él es el juez más firme y manso del aburguesamiento de nuestra fe, de nuestra acomodación al bienestar y nuestra indiferencia ante los crucificados. Para adorar el misterio de un «Dios crucificado», no basta celebrar la semana santa; es necesario, además, acercarnos un poco más a los crucificados, semana tras semana.

PLEGARIA

Perder la vida,
liberar una existencia,
cultivar una amistad,
sanar una esperanza.
Después ya pueden desaparecer
disfrutando su estreno
por caminos inéditos
sin dejar su dirección.

Perder la vida
derramando los días
sobre frentes sin etiqueta
de sinagoga o de partido,
sobre buenos y malos
como la lluvia y el sol
que regala el Padre de todos.
No querer contabilizar
si nuestros esfuerzos
han resbalado estériles
sobre la piel cerrada
hasta el polvo del camino,
o si han calado fértiles
hasta el secreto
donde germina la vida.

Perder la vida
como el que apuesta
un jornal con su cansancio
o la fortuna heredada.
Gira la ruleta
trucada por los amos
que controlan el casino,
y deciden que nuestro número
no cabe en este tablero.
Se roban nuestro esfuerzo
y nos dejan entre las manos
un billete sin premio.

Los seres nuevos,
la entrega de los días,
la apuesta audaz,
nacen de vidas
tan perdidas a sí mismas,
que el Espíritu de todos
las esconde en su misterio
como en papel de regalo,
para abrirlas entre el pueblo
el día de la fiesta sin ocaso.