Comunicado XV Encuentro estatal de CCP

COMUNICADO DEL XV ENCUENTRO ESTATAL de CCP: De la indignación al cambio de Sistema

Reunidas en Granada del 1 al 3 de noviembre de 2013 más de 200 personas pertenecientes a las Comunidades Cristianas Populares de todo el Estado Español, queremos compartir ante la opinión pública algunas de las reflexiones y conclusiones de este encuentro que bien podría resultar –ojalá así lo fuera- profético.

Como personas indignadas, hemos reflexionado sobre la crisis actual del sistema económico y las actitudes y acciones a desarrollar para cambiarlo, desde una nueva comprensión de la fe. Si Marx dijo que los filósofos ya habían analizado suficientemente el sistema y que lo que procedía entonces era cambiarlo, nosotr@s animados por José María Vigil (en lo eclesial) o Juan Carlos Monedero (en lo sociopolítico), estamos convencidos de que somos la ciudadanía quienes tenemos que pasar de la indignación al verdadero cambio del Sistema, aunque éste último nos devolvía la frase por pasiva diciendo que para frenar el desmantelamiento de lo ganado en doscientos años de luchas obreras, es tiempo de volver a interpretar el mundo.

Desde el punto de vista sociopolítico, estamos reinterpretando la crisis del sistema capitalista porque el neoliberalismo, esa manera de entender el mundo basada en el individualismo y la competitividad, se ha convertido en un nuevo sentido común. El individualismo y la competitividad se han convertido en nuestra manera de estar en el mundo. Individuos que pensamos solamente en nosotros mismos, en nuestros intereses particulares, y que mostramos profundas dificultades para encontrar las razones de la vida colectiva. Un individualismo que privatiza lo público y termina por privatizarnos a nosotros mismos. Una competitividad que nos pone en lucha a todos contra todos.
Y como alimento para estos dos grandes monstruos, tres grandes instrumentos nos terminan de robar la libertad: una mercantilización de la vida, donde prácticamente es imposible encontrar un espacio que no se haya convertido en una mercancía, sea la educación, la salud, el ocio, el afecto, incluso el sexo y la amistad; una precarización laboral que nos lleva a sacrificar nuestra humanidad para lograr un empleo y una desconexión de la realidad producida por vivir en ciudades, por el desarrollo tecnológico y por los intercambios basados en dinero.

Todo ello nos conduce a pensar que si queremos salir de la trampa neoliberal, hay que dar por acabado el tiempo de la confusión y de la resignación. Ya sabemos qué nos pasa. Vamos a convertirlo en un nuevo sentido común. Vamos a atrevernos a asumir que somos hijos maltratados, esposas maltratadas, padres maltratados.  Vamos a entender que los que nos maltratan, lo hacen solamente porque no hemos entendido que debemos y podemos pararles los pies. Y vamos a construir de una vez, una democracia que merezca ese nombre.
Desde el punto de vista creyente nos parece que no somos suficientemente críticos con las situaciones de injusticia estructural que condenan a la pobreza -de modo permanente- a millones de personas en los países del sur, y a muchos de nosotros y de nuestra conciudadanía, por esta crisis provocada, como siempre, por los poderes económico-financieros. En general, nos dejamos llevar de la “indiferencia generalizada”, del conformismo político y de un lenguaje religioso y ritual que encubre o suaviza demasiadas veces el imperativo de cuidar la tierra y a nuestros semejantes. Las prácticas y las expresiones sugeridas por la tradición católica no están dando una respuesta acorde con el mundo moderno y el mensaje liberador de Jesús de Nazaret.

Entendemos que el mensaje de Jesús es sobre todo una llamada a despertar la esperanza común que todo ser humano alberga a pesar de sus incomprensiones y perplejidades.  Un anuncio expresado en experiencias, parábolas y mitos para motivar la ética de la gratuidad y una significación de dignidad que la sociedad acalla instalada en un bienestar interpretado en clave de producto interior bruto. Denunciamos las afirmaciones dogmáticas en la economía y la religión que generalmente encubren una actitud de poder y de sujeción de las aspiraciones de libertad e igualdad.

Buscamos con tod@s y a tientas, una sociedad plena que ennoblezca la casa común, independientemente de la religión, el género, la posición social o la procedencia de sus habitantes. Una sociedad autónoma en la definición de su moralidad y sus políticas participativas. Una sociedad laica en la que la fe cristiana, junto a otras convicciones alternativas o institucionales, ateas o creyentes, de oriente o de occidente, del norte y del sur, contribuyan al fortalecimiento de las nuevas virtudes cívicas, en especial la contestación y el estudio de alternativas, la honradez frente a la corrupción, la igualdad y el distanciamiento del pensamiento economicista.

Entendemos que el mensaje de Jesús nos llama en primer lugar a ser buenos ciudadanos, que priorizan el bien común y no tratan de imponer sus creencias. Que colaboran en la creación de cauces colectivos para el descubrimiento consensuado de la verdad y el buen gobierno.

Rechazamos el dominio de los mercados y la ingeniería financiera que lleva a unos pocos a enriquecerse a costa de la mayoría. Denunciamos los cantos de sirena de la economía de mercado antisocial y antiecológica.

Complementariamente nos animamos a las prácticas de solidaridad desinteresada que van más allá de lo buenamente exigible por la ley o la reciprocidad que nos debemos unos a otros.

Respetamos y tenemos por válidas las explicaciones científicas y tratamos de comprender nuestra fe a partir de ellas y no en contra. Sabemos que la conciencia humana es el mejor regalo que tenemos y pensamos que toda inspiración o “palabra de Dios”, hasta ahora tenida como absoluta, es más bien el fruto abierto de la buena y bella razón que la humanidad colectivamente se da desde lo mejor de sí.

Hemos comprendido que Jesús no predicó una iglesia absolutista, encerrada en sí misma, sino que buscó unir a todas las personas de buena voluntad independientemente de sus culturas. El  llamó simbólicamente a esta unificación y esfuerzo el “Reino de Dios” y lo fundamentó en la dignidad o divinidad de las personas y de toda la naturaleza, en la imagen de un “Padre/Madre”. Nosotros hoy buscamos nuevas fórmulas para expresarlo. Queremos renovar la mentalidad tradicional en que se ha expresado esta convicción de Jesús que desorienta a nuestros semejantes, pues se interpreta la fe como una religión, como una imposición de un mundo sobrenatural por encima de éste, como un segundo piso que del que somos dependientes.

En ese sentido agradecemos el cambio que inicialmente está suscitando el Papa Francisco y llamamos a toda la gente de buena voluntad a respaldar en este cambio viendo en él una contribución importante en el múltiple abanico de llamadas al desarrollo de los derechos humanos como compendio de la dignidad humana. La ausencia de derechos, su incumplimiento, a veces también por nuestra parte, está provocando un sinfín de crueldades y de muertes en demasiados lugares del planeta. La Iglesia está llamada a promover esos derechos y enfocarlos en la dirección de un acompañamiento más sincero y gratuito de los más débiles.

Seamos buenos ciudadan@s en pro de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad y promovamos, a la vez, un mundo de significaciones plurales donde la gratuidad aprendida en Jesús de Nazaret corrija y complete la escasa poesía y la poca motivación profunda que la sociedad consumista nos inculca.