Mi propósito es dominar corazones y mentes. Inculcar en cada uno el miedo al otro. Miedo a extender la mano, a tocar, para saludar, la piel impregnada de bacterias.
Miedo a abrir la puerta y recibir a un intruso necesitado de solidaridad y de apoyo. Con toda seguridad él quiere arrebatarle dinero o algún otro bien. Peor: quiere su afecto. Por eso, es mejor no ceder ante la llamada seductora. Evite el sufrimiento, tenga miedo de amar.
Los quiero a todos con miedo a la comunidad, al vecino, al compañero de trabajo. Miedo al tráfico caótico, a las autopistas asesinas, a los guardias que intimidan y denuncian. Miedo a la calle y al mundo.
Conviene encerrarse en casa, volverse prisionero de la fragilidad y de la desconfianza. Refuerce la seguridad de las puertas con llaves y cerrojos; recubra las ventajas con rejas; coloque alarmas y cámaras por todos los rincones.
Haga de su predio o condominio una cárcel de lujo, repleta de controles y vigilantes, y en el que el clima de hostilidad reinante despierte en cada visitante la ojeriza al placer de la amistad.
Tema al Estado y a sus tentáculos burocráticos, a los pesados impuestos que nos cobra, a las fuerzas policiales y a los servicios de información y de espionaje. ¿Quién garantiza que su teléfono no está intervenido? ¿Qué sus mensajes electrónicos no son chequeados por terceros?
Es más prudente evitar ser transparente, sincero, alegre. Su actitud puede ser interpretada como irreverencia o incluso como una amenaza al sistema.
Aléjese de quien no se compara a usted en clase, en ingresos, en cultura y en el color de la piel; de los ojos envidiosos, de la codicia, del abrazo de quien pretenda meterle un cuchillo en la espalda.
Tenga miedo a la vejez, pues es preanuncio de la muerte. Abomine del crecimiento aritmético de su edad. Nunca emplee el vocablo ‘viejo’; como mucho, admita el de ‘mayor’.
Tema la gordura que le hincha las carnes, la arruga que apareció en el rostro, la celulitis en las piernas, el hilo blanco en el cabello. Es horrible perder la juventud, la esbeltez, el cuerpo deseado.
Tenga miedo a su mayor enemiga: la muerte. Ella se insinúa cuando usted cae enfermo. Sepa que nadie se preocupa por la salud de usted. Por su bolsa sí. Basta con enfermarse para que se note cómo le van a humillar los servicios médicos y los planes de salud.
¡Que nadie se mueva! ¿Por qué viajar, abandonar el confort doméstico y arriesgarse a un accidente de autobús, de barco o de avión? Nunca se sabe cuándo, cómo y dónde atacarán los terroristas. ¿Quién diría que en una bucólica isla de la pacífica Noruega el terror provocaría un genocidio?
Mi nombre es miedo. ¡Acójame en su vida! Sé que perderá la libertad, la alegría de vivir, el placer de ser feliz… pero le daré a usted lo que más desea: ¡seguridad!
En mis brazos usted estará tan seguro como un difunto en su caja, al que ya nadie podrá infligir ningún mal, y ni siquiera amedrentarlo.
[Traducción de J.L.Burguet]
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Fonte: www.adital.com.br/site/noticia.asp?lang=ES&cod=64261