El cura “rojo” de Vallecas se queda sin parroquia. Enrique de Castro, el popular sacerdote símbolo de la lucha por los más marginados, va a perder su templo de Entrevías. La parroquia de San Carlos Borromeo tiene los días contados. El arzobispo de Madrid ha decidido cerrarla como lugar de culto y reconvertirla en un centro de Caritas. Acusa a Enrique de Castro y a sus dos compañeros curas de “realizar una liturgia y una catequesis que no son eclesialmente homologables”.
El pasado martes, el obispo auxiliar de Madrid, Fidel Herráez, llamó a capítulo a los tres curas de San Carlos Borromeo: Javier Baeza, Pepe Díaz Y Enrique de Castro. “Aquello era un auténtico tribunal”, explica Javier Baeza, que ejerce de párroco desde hace unos años, aunque los tres sacerdotes trabajan en equipo.
En la reunión estuvieron presentes, entre otros, el obispo auxiliar, acompañado del vicario de Vallecas, Angel Matesanz, del secretario del episcopado, Roberto Serres y del delegado de Cáritas. “Fidel abrió la carpeta y nos comunicó que la parroquia desaparece como tal, que el local físico se lo han cedido ya a Cáritas Madrid para un centro asistencial y que nos pedía encarecidamente a los tres que nos quedásemos a trabajar en el centro”, cuenta el párroco.
El arzobispado madrileño acusa a los curas de San Carlos Borromeo de “realizar una liturgia y una catequesis que no son eclesialmente homologables”, al tiempo que reconoce “su entrega y dedicación a los pobres”. Y como la expresión eclesial de la solidaridad con los pobres es Caritas, Rouco cree que a eso es a lo que deben dedicarse los locales de la parroquia, que desaparecería como lugar de culto.
Los tres curas se quedaron boquiabiertos. Primero, porque hacía unos meses que ese mismo obispo auxiliar, Fidel Herráez, había realizado la visita pastoral a la parroquia y se había despedido de ellos diciéndoles: “Me voy impactado y encantado”.
Pero al poco tiempo, monseñor Herráez, el brazo derecho del cardenal y el que, en realidad, gestiona el día a día de la archidiócesis, llamó de nuevo al orden a Javier Baeza. “Me acusó de que, en la parroquia, no administrábamos adecuadamente los sacramentos; me advirtió de que sin absolución individual no hay perdón de los pecados y terminó diciéndome que Dios no estaba en nuestra parroquia. Desde entonces nos temíamos lo peor y, desgraciadamente, nuestros temores se confirmaron el pasado martes”, explica el párroco.
Allí mismo, en esa reunión del pasado martes, los tres curas rechazaron la decisión del arzobispado, dejaron claro que la parroquia no era de ellos sino de la gente y que no piensan abandonarla. “No vamos a dejar la parroquia. Si quieren, que nos echen”, dice Baeza.
En el arzobispado guardan silencio. El Mundo intentó en repetidas ocasiones obtener la versión de la jerarquía madrileña sin éxito. Extraoficialmente y con petición expresa de anonimato se nos dice que “la lucha entre Enrique de Castro y monseñor Rouco viene de lejos. Esa parroquia es un nido de herejías. Por ejemplo, imparten sistemáticamente la absolución colectiva y, a veces, comulgan con rosquillas o con turrón, en el colmo de los despropósitos litúrgicos y sacramentales. La paciencia del cardenal se ha agotado y ha decidido poner coto a tantos desmanes”.
Nuestro comunicante reconoce que la decisión del cardenal no ha sido fácil. “Rouco es consciente de que se enfrenta con un icono social, con un símbolo y con una forma de ser y de entender la Iglesia. Sabe que, en los medios de comunicación, vais a escenificar la decisión como la lucha desigual entre la Iglesia jerárquica institucional-inquisitorial y unos pobres curas de base, defensores de los pobres. Pero también es consciente de que, aunque sea impopular la medida, tiene que tomarla, porque una de las funciones del obispo es la de ser maestro y vigilar la ortodoxia en su diócesis”.
Y no se equivoca nuestra fuente del arzobispado madrileño. Tanto los curas como sus numerosos y fieles parroquianos están dispuestos a dar batalla por la parroquia de los pobres y marginados. En sus locales se suceden las asambleas. Y se preparan estrategias y gestos para mostrar el descontento de la gente. Algunos proponen ir en procesión hasta la catedral de La Almudena y encerrarse para rezar en ella hasta que el cardenal revoque su decisión.
En torno a Enrique de Castro y a la parroquia se aglutinan una serie de colectivos “indispensables” de la lucha social. Como Madres contra la Droga o la Coordinadora de Barrios. Y no dejarán que Rouco se salga con la suya fácilmente.
Por otra parte, incluso canónicamente parece que el tema no está nada claro. Según Baeza, “con el Derecho canónico en la mano parece que es una aberración, según nos comentan los especialistas”. Porque, tanto para destituir a un párroco como para cerrar una parroquia, hay que seguir todo un proceso oficial, con sus pasos, sus alegaciones y sus plazos. “Y aquí se lo quieren saltar todo a la torera. Pero no nos vamos a rendir”, dice Javier Baeza.
Tanto Enrique de Castro como sus dos compañeros están dispuestos a luchar hasta el final. “Nos duele sobre todo la prepotencia y altivez con la que actúa el arzobispado. Parece como si Dios llamase todas las mañanas al cardenal para decirle lo que tiene que hacer”, se queja Baeza. Y concluye: “Esto es un baculazo con todas las de la ley, por mucho que quieran camuflarlo”.