Achegamos esta entrevista ao teólogo brasieiro Frei Betto no que repasa varios aspectos da realidade latinoamericana facendo fincapé na situación na que se atopa a Igrexa.
La Iglesia se aleja de los pobres, Frei Betto
Es un hombre sencillo, casi sin expresión se diría, o al menos eso muestra en la entrevista. Pero habla desde la serenidad, en una de las elegantes salas de la Universidad Andina Simón Bolívar, durante un encuentro internacional por el centenario del nacimiento de Mons. Proaño, el obispo de los indios.
¿La opción por los pobres se sostiene en América Latina?
Para la Iglesia Católica no hay otro camino, sino hacer la misma opción que hizo Jesús. La opción por los pobres no se da porque los pobres sean mejores que los ricos. Entre los pobres y entre los ricos hay gente de todos los matices: buenos y malos, honestos y éticos y deshonestos y corruptos. La cuestión es que Dios nos ha creado para vivir todos con dignidad y felicidad.
Entonces la pobreza no es una bendición, es una ofensa a Dios y resulta de la injusticia estructural de la sociedad capitalista que vivimos. La opción se da por aquellos cuyos derechos fueron quitados, fueron negados. Dios opta por los pobres porque nadie ha sido creado para vivir en la pobreza. Jesús era un hombre pobre sino que se ha identificado con los pobres, como el capítulo 25 de Mateo: tuve hambre y me diste de comer. Quien encuentra a un pobre encuentra a Jesús. Lamentablemente en el pontificado de Juan Pablo II hubo un retroceso en la opción por los pobres sobre todo de parte de obispos latinoamericanos.
¿Cómo operó este retroceso?
Se marcó primero porque la visión en Estados Unidos identificaba a la teología de la liberación con una opción meramente ideológica, de cambio violento de la sociedad. Y algunos obispos y sectores romanos cayeron en esta trampa. Segundo, porque el Papa venía de un país socialista que vivía bajo la Unión Soviética, entonces era un hombre profundamente anticomunista y tenía mucha dificultad de entender la realidad de América Latina.
Creo que confundió un poco las cosas. Y por eso se ha exportado para América Latina movimientos de origen europeo y de carácter muy conservador para hacer retroceder ese proceso. El resultado es que la Iglesia Católica de América Latina se va paulatinamente distanciando de los pobres, y este espacio va cada vez siendo ocupado por las iglesias protestantes de perfil pentecostal. Quiero saber cómo la Iglesia Católica va a salir de esta situación.
Pero, dentro de la retórica de la jerarquía Católica se sigue planteando esta opción preferencial por los pobres. ¿Cómo se maneja este supuesto retroceso?
Bueno, ningún obispo después de Medellín y Puebla, que han sido reafirmado por la Conferencia Episcopal de Aparecida, puede decir que está en contra de la opción preferencial por los pobres. Una cosa es decir, otra cosa es hacer. Efectivamente, como la iglesia católica en América Latina tiene su raíz en la clase media y en los ricos y tiene mucho dificultad de entender mundo de los pobres, de los indígenas, de los negros, de la gente que vive en las favelas.
Es decir, a excepción de algunos obispos, la Iglesia se ha elitizado en América Latina. Muchos obispos vienen de familias pobres, pero en su formación han sido elitizados, les gusta estar junto a los ricos, los placeres que la gente de dinero les proporciona. Así, con el tiempo pierden la sensibilidad y sobre todo el coraje profético de estar al lado de los pobres en sus luchas por su emancipación por la defensa de sus derechos. Es mucho más fácil encontrar iglesias y capillas en los barrios de los ricos que en el mundo de los pobres. Ya no hay muchos curas que estén interesados en estar ahí junto a la gente que sufre y que lucha duramente, cada día, por la supervivencia biológica.
“Dele a una persona una tajada de poder y sabrá quién es esa persona de hecho. El poder, al contrario de lo que se dice, no cambia a las personas: hace que se revelen. Es como el artista a quien faltaban pincel, tintas y tela, o el asesino que, finalmente, dispone de arma. El poder sube a la cabeza cuando ya se encontraba destilado, en reposo, en el corazón. Como el alcohol, embriaga y, a veces, hace delirar, excita la agresividad, derrumba escrúpulos. Una vez investida de la función o cargo, título o prebenda, la persona se cree superior y no admite que subalternos contraríen su voluntad, sus opiniones, sus ideas y sus caprichos”.
¿Entonces, cuál sería la opción que la opción conservadora de la Iglesia le da a la gente?
La opción para la Iglesia serían las pastorales populares, que todavía siguen en muchas partes de América Latina. En Brasil están muy vivas. No tanto las parroquias, porque es un modelo premoderno de pastoral, preurbano. Ahora la gente no se relaciona por vivir geográficamente en un mismo espacio. Hoy, con los medios electrónicos mi mejor amigo puede estar del otro lado del mundo. Hay que buscar una pastoral adaptada a la realidad que vivimos. Y los pobres quieren encontrar en la Iglesia una fuerza para luchar por sus derechos, por su derecho a la vida, que es el don mayor de Dios, no es la fe, no es la Teología de la Liberación, no es el Opus Dei, no es el Vaticano. Ahí, donde la vida no es permitida, es excluida, es oprimida, la Iglesia tiene que estar.
Las pocas vocaciones en la Iglesia Católica responden a esa crisis. ¿Por qué el sacerdocio deja de ser un atractivo?
Porque se usa un lenguaje que no habla a los jóvenes. Es un lenguaje moralista, impositivo, el lenguaje de un valle de lágrimas. El joven quiere encontrar lo que está en el Evangelio: alegría, lucha por la vida, idealismo, utopía. Yo ingresé a la Iglesia y me formé cristiano porque había mucho idealismo en mi generación. Ingresar en un movimiento juvenil cristiano era una cosa de mucha felicidad y sentido por la vida. Hoy, muchos obispos no permiten que los jóvenes sean dirigentes de los movimientos juveniles. Están mucho más preocupados con la sexualidad de esos jóvenes que por su compromiso en la lucha por la justicia.
El joven actual no quiere saber de moralismo, de imposición, de paternalismo. Quiere ser dueño de su destino, autodeterminarse. Yo diría que en una sociedad, cuanto menos utopía, más consumo de drogas, cuanta más utopía, más consumo de drogas. Yo soy de una generación que a los 20 años quería cambiar el mundo. Hoy, el joven se quiere cambiar a sí mismo: los cabellos, los tatuajes, la droga, el percing. Se debe inculcar en la gente el deseo de cambiar el mundo, de cambiar la sociedad, con los compromisos de la sociedad. Los jóvenes, en su mayoría, no están preocupados con la ecología o con otras causas; están preocupados con tres valores: la riqueza, la belleza y la fama. Hay una tendencia muy fuerte al individualismo y esto crea una insatisfacción en cuanto al sentido de la vida. Es por ello que muchos buscan un consuelo en las drogas. Porque ni la Iglesia ni la sociedad están abriendo caminos a los jóvenes. Las escuelas no están incentivando a los jóvenes a participar por causas emancipadoras y humanitarias.
Lo noto muy pesimista…
Yo no soy pesimista, yo tengo un principio: hay que guardar el pesimismo para días mejores. Soy una persona muy optimista, sino no estuviera en la lucha de apoyar estos movimientos. No hay lugar para el pesimismo en este mundo. Sobre todo en este momento, cuando América Latina vive una primavera democrática. Con Correa en Ecuador, Lula en Brasil, Chávez en Venezuela, Morales en Bolivia, Mujica en Uruguay, Raúl Castro en Cuba… Vivimos un momento privilegiado, después de rechazar los gobiernos dictatoriales militares y los gobiernos mesiánicos neoliberales, como Collor en Brasil, Fujimori en Perú, Menem en Argentina, etcétera. En esta comparación es que digo que América Latina vive un momento muy promisorio. Lo importante ahora es involucrarnos mejor en este proceso de emancipación progresiva.
Esta primavera democrática que usted llama tiene también sus detractores: no se sabe qué mismo es el socialismo del siglo XXI, a dónde va, hay gobiernos autoritarios, las condiciones de la vida de la gente no han mejorado, a veces es lo contrario, el proceso es contradictorio y ambiguo…
Todos los procesos políticos son ambiguos. Ahora, hay una constatación: el pueblo está por esos gobiernos democráticos populares. Por primera vez en la historia, América Latina puede promover reformas de estructuras por la vía pacífica y democrática. Y si las élites, y si Washington no comprenden eso, muy probablemente vamos a volver a las dictaduras, a la sangre, a la lucha armada y todo eso. Solamente los fabricantes de armas y los tontos quieren la lucha armada. Nosotros queremos cambiar las estructuras con cada vez menos violencia y más democracia.
Pero no deja de ser cuestionable el autoritarismo, precisamente la falta de democracia…
Aquellos que tienen grandes intereses amenazados por estos cambios, acusan a estos gobiernos de autoritarios, de comunistas. No. Nosotros no queremos crear un socialismo al modo de la Unión Soviética, sobre todo porque la historia comprobó que no es la solución.
Pero no hay duda alguna que la humanidad no tiene futuro sino fuera del sistema capitalista. O sea, hay que compartir los bienes de la Tierra y los frutos del trabajo humano. El socialismo es una perspectiva de futuro para la humanidad que no va a seguir este paradigma productivista y consumista, que crea islas de opulencia en un mar de miseria.
En el planeta tenemos que 4000 mil millones de personas viven bajo la línea de la pobreza. Siempre me gusta subrayar que si el socialismo fracasó en Europa oriental, el capitalismo ha fracasado en el mundo, para la mayoría de la gente. Solo una pequeña parte disfruta de sus beneficios, como yo, que somos premiados por la lotería biológica, que por suerte no hemos nacido en una favela de Río de Janeiro o de Eritrea, y esa es una injusticia.
Es necesario buscar otro mundo posible, ese mundo que Jesús avistó con otra categoría fruto de su tiempo, que era el Reino de Dios: el reino que no es el del César, de la injusticia, de opresión. Donde la gente pueda vivir con dignidad. Y que todos tengan los mismos derechos y oportunidades, como en una familia.