Achegamos un artigo de Jesús Espeja no que fala da súa experiencia na nosa comunidade a propósito das charlas de advento:
Hace poco tuve la oportunidad de estar con mis hermanos dominicos que llevan en Vigo la parroquia “Stmo. Cristo de la Victoria”. Esta parroquia nació con un barrio periférico y viene haciendo su andadura en la evolución de este barrio siendo casa para todos, como lugar en que son escuchados los justos anhelos de los pobres.
En el Vaticano II la Iglesia firmó su alianza con este mundo, la humanidad y las realidades entre las que ésta vive. No sólo participa los éxitos y fracasos de sus contemporáneos: especialmente quiere ser solidaria “de los pobres y de los que sufren”. Su misión es servir a este mundo haciendo inolvidable a Jesucristo. Si no sirve para esto, no sirve para nada. El mundo entra en el constitutivo de la Iglesia. Convicción que exige salir de la sacristía y de los muros del templo para compartir y modestamente acompañar desde la fe cristiana los procesos tan rápidos y complejos de la sociedad. En esta orientación del Concilio hay que leer la reciente Exhortación “Alegría del Evangelio”, donde el papa Francisco dice: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse las propias seguridades”; la parroquia es ”la Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas”, “que está en contacto con los hogares y vida del pueblo”. Ya en 1982 los obispos españoles pedían comunidades cristinas “en contacto existencial con el mundo, a través de todos sus miembros, a la vez que mantienen al interior su tensión y vitalidad”.
Esto es lo que percibí en el encuentro de las distintas comunidades que integran la parroquia del “Smo.Cristo de la Victoria” en Vigo. Son células de la Iglesia, pueblo de Dios, en y con los problemas, empeños, logros, fracasos y anhelos de aquel barrio. A esas comunidades nada de lo que ocurre a la gente resulta extraño. En su corazón encuentra eco el clamor el desamparo de quienes no tienen trabajo, de las familias rotas, de los jóvenes encarcelados etc. Esas comunidades, animadas por el Evangelio, son la Iglesia “en salida”, en misión y al servicio de la humanidad que siempre busca un porvenir mejor. Todas unidas en el miso Espíritu celebraron el domingo la eucaristía en clima festivo cómo aliento para su misión en el mundo.
Será posible que, saliendo de nuestros recintos sagrados, las parroquias vayan siendo “comunidad de comunidades” que se abren continuamente a los gozos y esperanzas, alegrías y tristezas de la humanidad? Mientras estoy viendo que algunos, de cuya buena intención no dudo, vuelven a la misa en latín para garantizar la identidad cristiana de la Iglesia, dan que pensar las palabras del papa Francisco: “Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: ¡dadles vosotros de comer!”
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