Me dice el Papa Francisco: «El mal más grave que afecta al mundo en estos años es el paro juvenil y la soledad de los ancianos. Los mayores necesitan atención y compañía, los jóvenes trabajo y esperanza, pero no tienen ni el uno ni la otra; lo peor: que ya no los buscan más. Les han aplastado el presente. Dígame usted : ¿se puede vivir aplastado en el presente?¿Sin memoria del pasado y sin el deseo de proyectarse en el futuro construyendo un proyecto, un futuro, una familia? ¿Es posible continuar así? Este, en mi opinión, es el problema más urgente que la Iglesia tiene que enfrentar».
Santidad, le digo, es un problema sobre todo político y económico, relacionado con los estados, los gobiernos, los partidos, las asociaciones sindicales.
«Cierto, tiene razón, pero también está relacionado con la Iglesia, incluso, sobre todo con ella, porque esta situación no hiere solo a los cuerpos sino a las almas. La Iglesia debe sentirse responsable tanto de las almas como de los cuerpos».
Santidad, usted dice que la Iglesia debe sentirse responsable. ¿Debo deducir que la Iglesia no es consciente y que la incita a ir en esa dirección?
«En gran medida esta conciencia existe, pero no basta. Yo quisiera que fuera más grande. No es el único problema que tenemos por delante pero es el más urgente y el más dramático».
El encuentro con el Papa Francisco se dio el pasado martes en su residencia de Santa Marta, en una pequeña habitación vacía, solo con una mesa y cinco o seis sillas y un cuadro en la pared. Este encuentro fue precedido por una llamada telefónica que no olvidaré en mi vida. Eran las dos y media de la tarde. Sonó mi teléfono y se oyó la voz nerviosa de mi secretaria que me dice: «Tengo al Papa en línea, se lo paso inmediatamente».
Me quedé estupefacto, mientras la voz de Su Santidad se escuchaba al otro lado del hilo telefónico diciendo: «Buenos días, soy el Papa Francisco». Buenos días, Santidad -digo yo y después-. Estoy conmocionado, no me esperaba que me llamase. «¿Por qué conmocionado? Usted me escribió una carta pidiéndome conocerme en persona. Yo tenía el mismo deseo y por tanto le llamo para fijar una cita. Veamos mi agenda: el miércoles no puedo, el lunes tampoco ¿le vendría bien el martes?». Respondí: ¡Perfecto!
«El horario es un poco incómodo, ¿a las 15 le va bien? Si no, cambiamos el día». Santidad, a esa hora me va fenomenal. «Entonces estamos de acuerdo, el martes 24 a las 15. En Santa Marta. Debe entrar por la puerta del Santo Oficio».
No sé como terminar la conversación y me dejo llevar diciéndole: ¿le puedo abrazar por teléfono? «Claro, le abrazo también yo. Ya lo haremos en persona. Hasta luego».
Ya estoy aquí. El Papa entra y me da la mano, nos sentamos. El Papa sonríe y me dice: «Alguno de mis colaboradores que lo conoce me ha dicho que usted intentará convertirme».
Es un chiste le respondo. También mis amigos piensan que usted querrá convertirme.
Sonríe de nuevo y responde: «El proselitismo es una solemne tontería, no tiene sentido. Es necesario conocerse, escucharse y hacer crecer el conocimiento del mundo que nos rodea. A mí me pasa que después de un encuentro quiero tener otro porque nacen nuevas ideas y se descubren nuevas necesidades. Esto es importante, conocerse, escuchar, ampliar el cerco de los pensamientos. El mundo está lleno de caminos que se acercan y alejan, pero lo importante es que lleven hacia el «Bien».
Santidad, ¿existe una visión única del Bien? ¿Quién la establece?
«Cada uno de nosotros tiene una visión del Bien y del Mal. Nosotros debemos animar a dirigirse a lo que uno piensa que es el Bien».
Usted, Santidad, ya lo escribió en la carta que me mandó. La conciencia es autónoma, dijo, y cada uno debe obedecer a la propia conciencia. Creo que esta es una de las frases más valientes dichas por un Papa.
«Y lo repito. Cada uno tiene su propia idea del Bien y del Mal y debe elegir seguir el Bien y combatir el Mal como él lo concibe. Bastaría eso para cambiar el mundo».
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A entrevista completa neste enlace: http://www.periodistadigital.com/religion/vaticano/2013/10/01/entrevista-del-papa-con-scalfari-iglesia-religion-francisco-dios-jesus-jesuitas.shtml