Presentamos as crónicas chegadas dende Haití, de dúas comunidades de relixiosas, nas que explican a situación de crise na que se atopa o país e as consecuencias da mesma sobre a poboación.
"Una semana después", un comentario de Matilde Moreno, religiosa del Sagrado Corazón, en Haiti
Puerto Príncipe, 13 de abril 2008
Después de una semana de encierro forzoso por la violencia que estamos viviendo en Haití, ayer tuvimos unas horas de calma. El Senado se había reunido para pedir la dimisión del primer ministro y mientras la reunión duró, los grupos violentos estaban a la expectativa y muchas tiendas de comestibles se atrevieron a abrir. Aprovechamos el momento para salir de casa, con las antenas bien puestas y aparentando más serenidad de la que teníamos. Primera parada en un supermercado con soldados de la ONU y seguridad privada en la puerta. Abarrotado es poco.
Cada cual, según sus posibilidades, compraba lo que podía. Todos llevábamos una semana comiendo de lo que había en casa o lo que vendía algún vendedor ambulante y arriesgado. Nosotras compramos básicamente: arroz, habichuelas, azúcar, aceite, pasta, harina y latas.
Nadie sabe cuando habrá otra oportunidad de salir de casa. Segunda parada en una gasolinera para llenar el depósito de la camioneta. Daba pena ver los destrozos que habían hecho pero… tenían combustible. Sabíamos que habían destrozado veinte gasolineras y creíamos que sería difícil encontrar gasóleo, pero no fue así. Y rapidito, rapidito nos volvimos al encierro. Fue un placer comer pan del día en la comida.
A media tarde me avisan de que acaban de matar a un soldado de la ONU que estaba en un barrio muy pobre repartiendo comida… Era nigeriano. Telefoneo a Anistus para decírselo. Pena y más tensión. Pero ¿Quién es Anistus? Enfrente de nuestra casa vive una comunidad de Claretianos formada por Anibal (argentino) que viene sólo los lunes porque es párroco de una aldea en el monte; Anistus (nigeriano) párroco en un barrio pobre de Puerto Príncipe; Joachin (de la República Centro Africana) que ha llegado hace unos meses y trabaja en la misma parroquia y Jano, un seminarista (claretiano) haitiano que hace con ellos su año de experiencia pastoral.
Nosotras nos “hemos adoptado” a esa parroquia. Es lo mejor que se puede uno imaginar en Haití. Celebraciones vivas y participadas, grupos organizados, personas que saben valérselas por sí mismos en las situaciones complicadas. Algunas veces los sacerdotes no pueden llegar a la parroquia pero no por eso las actividades se paralizan. Según vemos, en los anuncios de los domingos, la mayoría de las reuniones son en las casas de la gente.
Esta comunidad de claretianos son verdaderos hermanos. Nos han apoyado incondicionalmente desde nuestra llegada y siempre están disponibles para todo aun en los momentos complicados como este. Hoy domingo pudimos ir a celebrar la Eucaristía en la parroquia con ellos. Nos volvimos rapidito. Tengo la sensación de que estoy en un “tercer grado”: encerrada durante la semana y con una “salida” en el fin de semana. ¿Qué pasará mañana? Desde ayer no tenemos gobierno. ¿Va a ser beneficioso el cambio?
En mi experiencia de estos años he aprendido que aquí las revueltas, manifestaciones y disturbios se hacen entre semana. Se respetan los sábados para que pueda haber mercado, los domingos para descansar y se reanuda la violencia los lunes. Los golpes de estado, por el contrario, se hacen en domingo.
Y ahora un cambio de registro. Todo lo que cuento arriba es nuestra experiencia de estos días pero es una visión incompleta porque expone sólo parte de mis sentimientos. La otra parte es esta:
– La situación de miseria del país es insufrible y, aunque no estoy en absoluto de acuerdo con la violencia, comprendo la reacción desesperada de la gente.
– ¿Qué se puede hacer cuando es imposible comer todos los días?
– ¿Cuándo no se puede mandar a los niños al colegio ni se puede ir al médico cuando se está enfermo?
– ¿Qué hubiésemos hecho nosotras si hoy no hubiésemos tenido dinero para comprar nada?
– Nosotras vivimos en una casa sólida y en un barrio “seguro” (aunque ya nos han entrado en casa en pleno día para robar, pistola en mano) pero la mayoría no vive así.
Es cansadísimo estar en un país que aparentemente va mejorando pero que en realidad no es así y cada dos o tres años explota para empezar otra vez desde cero.
– No tenemos carreteras y esto imposibilita el comercio.
– No hay trabajo prácticamente para nadie.
– Los pocos que consiguen terminar en la universidad, se marchan del país en busca de mejores horizontes.
– El país no produce nada y depende de comprarlo todo en el extranjero (sobre todo en USA).
– La corrupción entre la clase adinerada y los políticos escapa a todo cálculo.
– Las ayudas se evaporan.
¿La moción de censura y el cambio de gobierno es la solución? Me temo que no. Veo el futuro muy negro. El presidente actual, Preval, es la única alternativa posible. Es un agrónomo que sabe de lo que habla cuando propone soluciones como;
– Subvencionar el abono para que la gente pueda sembrar más terreno.
– No suprimir aranceles de las importaciones (como se pedía) sino incentivar la producción nacional de arroz, huevos y otros productos básicos.
– Invertir en carreteras…
Pero estas propuestas, a medio plazo, no paran disturbios de gente desesperada. ¿Es tan imposible detener la corrupción y el abuso a gran escala? ¿Es que no hay solución posible? Si yo que no llevo aquí seis años estoy tan asqueada de la situación sin salida ¿Cómo estarán los que no han conocido otra cosa desde que nacieron?
Como sabéis trabajo en Fe y Alegría elaborando materiales didácticos en Kreyòl (método de lecto‐escritura y materiales complementarios por el momento) y dando seminarios de formación a grupos de profesores. Teníamos ya fecha prevista para hablar con el Ministro de Educación y entrar a formar parte del grupo de asesores y técnicos que quería reunir para elaborar un nuevo currículo y materiales pedagógicos para el primer ciclo de primaria en kreyòl (la lengua de todos) que sustituyese el actual que es en francés (la lengua del 10% que tiene dinero). Ahora habrá que empezar a renegociar con el próximo gabinete… ¡Lástima! El proyecto era precioso. De todas formas yo sigo trabajando en ello porque creo que es el mejor regalo que puedo hacer a este pueblo.
Copio a continuación la carta que los jesuitas que viven en Haití dieron a conocer esta semana. La hago mía totalmente y por eso no me alargo más en mis reflexiones. Está en francés y no tengo tiempo de traducirla. Lo siento. De todas formas muchos y muchas la podréis leer. Es buena de verdad.
Me despido. Sigo inasequible al desaliento y con la certeza y la fuerza que nos llega del pueblo sufriente que (¡enorme paradoja!) es presencia viva del Resucitado.
Abrazos
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"La voz de los Jesuitas de Haití"
Nosotros, Jesuitas, trabajando en Haití en diversos espacios, somos testigos del drama diario que viven millones de nuestros hermanas y hermanos haitianos. Como Yahvé en el desierto, nosotros vemos la miseria de nuestro pueblo y escuchamos sus gritos: "Yo soy Yahvé, tu Dios. Yo vi la miseria y oí tu grito. Yo sé de tus angustias. La vida es lo que yo quiero para ti y no la muerte. ¿Pero quién va a libertarte? En el pasado, Moíses fue mi mensajero enviado para liberarlos y sacarlos de la esclavitud de Egipto. En mi Nombre, él los llevó a una tierra que mana leche y miel (Ex 3,7-12)".
La miseria de nuestro pueblo:
– Millones de haitianos y haitianas que son víctimas del alza vertiginosa y permanente de los precios de los productos de primera necesidad y que no satisfacen las necesidades más esenciales, en particular el alimento.
– La disminución de la producción nacional en todos los sectores de la economía que lleva al hambre y a la desnutrición total.
– El empobrecimiento vergonzoso e intolerable de nuestras poblaciones urbanas y rurales.
– El aumento de la inseguridad, especialmente el resurgimiento en la fuerza del fenómeno del secuestro y la desesperanza de los jóvenes.
– Nuestra nación está sumergida en la vergüenza y la desesperanza con su soberanía arrodillada y la mayor parte de la población viviendo en condiciones inhumanas.
La miseria de nuestro pueblo es igualmente:
– La incapacidad total de la mayoría de nuestros gobernantes para enfrentar los problemas fundamentales de la sociedad
– La ausencia total de una oposición política constructiva, que controle y estimule la acción gubernamental a beneficio de la nación
– La aniquilación total de la función política del Parlamento, que ha procedido de manera deshonesta tal como las “ollas de vino”, la corrupción, etc.
– La irresponsabilidad de la comunidad internacional, particularmente de los países llamados amigos de Haití, de las instituciones financieras internacionales (el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo etc.), que no han cumplido su promesa a Haití, asistiendo cínicamente al descenso a los infiernos de la sociedad haitiana.
El pueblo haitiano es un pueblo valeroso, y siéndolo, esta vez ya no es capaz. Torturado por la miseria, grita. Su grito se convierte en llamada.
El grito del pueblo hoy:
– Miles de jóvenes que ambulan en las calles para manifestar que ya no pueden más, exigiendo a los políticos, que asuman su responsabilidad.
– Millones de desempleados, torturados por el hambre, que gritan su rabia por las calles de Puerto-Au-príncipe y por las ciudades de provincia.
– Padres y madres de familia que pasan varios días sin poder comer y que gritan su miseria en las manifestaciones de la calle etc.
– Niños demacrados de las villas miseria y del campo que gritan todos los días porque no encuentran nada que comer y no tienen futuro
Llama, grita, nunca baja los brazos. Oh tu, pueblo valeroso! Te toca ayudarme para ayudarte. Contigo yo puedo hacer mucho. Sin ti no lo lograré. Tu necesitas de mi, yo lo se. Yo soy tu Aliado irreemplazable, sin embargo, yo también tengo necesidad de ti, de tus gritos, de tu unidad, de tu experiencia de pueblo sufriente, de tu valoir, Vamos a trabajar juntos. La victoria estará de nuestro lado, ya que luchamos por una causa justa. Tu conoces mi nombre:
YO SOY EL DIOS DE LA VIDA Y NO DE LA MUERTE. Tu conoces mi Proyecto. Jesús de Nazaret lo expresó bien en el Cuarto Evangelio: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundantemente" (Jn 10,10)
Hemos sido interpelados fuertemente por esta situación intolerable e indignante que amenaza a nuestro país de caer nuevamente en un drama; nos sentimos profundamente unidos a este pueblo que sufre y sinceramente nos solidarizamos con las víctimas. Es por ello, que en nombre de nuestra fe cristiana y de nuestro compromiso como religiosos jesuitas exhortamos con fuerza:
A los responsables políticos:
– Al Presidente de la República a tomar rápidamente las decisiones políticas que se imponen para restablecer la confianza y la paz, a comprometerse a una reforma a fondo de las instituciones públicas, poniendo definitivamente el país en el camino del desarrollo
– A las personalidades del Estado (Primero Ministro, Ministros, Secretarios de estado y Directores generales, los Senadores, los Diputados, etc.) a corto plazo a elaborar y a llevar a cabo, en el tiempo más breve, un programa de emergencia (real y eficaz) para aliviar los sufrimientos de la población, y a largo plazo, utilizar los recursos intelectuales y la sabiduría tanto de nacionales como de extranjeros, con el fin de poner en obra un verdadero plan de
desarrollo nacional.
– A los partidos y las organizaciones políticas que asuman su responsabilidad de crítica y control de la acción gubernamental, ayudando en la búsqueda de soluciones adaptadas al drama que vive nuestra sociedad, participando eficazmente en la reforma del Estado para sacar a nuestro país de la vergüenza y el estancamiento.
– A los comerciantes, industriales, importadores, banqueros y otras fuerzas vivas de la nación a aportar su contribución para disminuir el sufrimiento de nuestros ciudadanos y conciudadanas, con el fin de tomar consciencia de la necesidad de actuar conjuntamente para ayudar a Haití a levantarse.
– A todos los componentes de la sociedad civil: religiosos-as, educadores, los estudiantes, responsable y miembros de asociaciones, sindicalistas y obreros, artesanos, pequeños comerciantes, agricultores etc. a ponernos de pie para buscar juntos las soluciones a los problemas de nuestro pueblo.
– A la comunidad internacional, especialmente a los países llamados amigos de Haití, a las instituciones financieras internacionales etc. a respetar sus compromisos con Haití, teniendo en cuenta sus numerosas promesas de cooperación para ayudar efectivamente al país a salir del fango.
¡Oh pueblo haitiano! Continúa a llamar, a gritar y a convocar a aquéllos que has escogido ara servirte. Tu fuerza será la no violencia organizada y sostenida. La violencia nunca es eficaz. Tu me llamas. Sí, yo estaré contigo y en ti por el poder de mi Espíritu.
Por los jesuitas de Haití